PETER SINGER

Sobre la experimentación con animales no humanos:
El dilema central del investigador se plantea, pues, de forma especialmente aguda en la psicología: o bien el animal no es como nosotros -en cuyo caso no hay razón para realizar el experimento-, o bien el animal es como nosotros y, en este caso, no debemos utilizarlo para realizar un experimento que consideraríamos una atrocidad si lo hicieran con uno de nosotros.

Lenguaje discriminatorio, ¿acaso no somos también animales?
Nuestras concepciones de la naturaleza de los animales no-humanos, y un razonamiento defectuoso sobre las implicaciones que se derivan de nuestra concepción de la naturaleza, también contribuyen a fortalecer nuestras actitudes especistas. Siempre nos ha gustado considerarnos menos salvajes que el resto de los animales. Decir que una persona es <<humana>> equivale a decir que es bondadosa; decir que es <<una bestia>>, <<brutal>> o simplemente que se comporta <<como un animal>>, es sugerir que es cruel e intratable. Raramente nos detenemos que el animal que mata con menos razón es el animal humano. Consideramos salvajes a los leones y los lobos porque matan, pero tienen que matar o morirse de hambre. Los humanos matan a otros animales por deporte, para satisfacer su curiosidad, para embellecer sus cuerpos y para dar gusto a sus paladares. Los seres humanos matan a los miembros de su propia especie por codicia o por poder. Además, los humanos no se contentan simplemente con matar. A través de la historia han mostrado una tendencia a atormentar y torturar, antes de darles muerte, tanto a sus iguales los humanos como a sus iguales los no-humanos. Ningún otro animal muestra demasiado interés por hacer eso.
Prioridades y supuestas incompatibilidades entre los asuntos humanos y los del resto de animales:
Entre los factores que dificultan la tarea de provocar el interés público por los animales destaca, como uno de primer orden, el supuesto de que <<los humanos están primero>> y que cualquier problema relativo a los animales no puede ser comparable a los problemas de los hombres, tanto por su seriedad moral como por la importancia política del tema. Sobre este supuesto debe hacerse una serie de puntualizaciones. Primero, es en sí mismo una muestra de especismo. ¿Cómo puede saber nadie, sin antes haber hecho un estudio detallado, que el problema es menos serio que los problemas relativos al sufrimiento humano? Únicamente se estaría en posición de defender esta tesis si se asume que los animales realmente no importan y que, aunque sufran mucho, su sufrimiento es menos importante que el de los humanos. Pero el dolor es el dolor, y la importancia de evitar el dolor y el sufrimiento innecesarios no disminuye porque el ser afectado no sea un miembro de nuestra especie. ¿Qué pensaríamos si alguien nos dijera que <<los blancos están primero>> y que, por tanto, la pobreza en África no plantea un problema tan serio como la pobreza en Europa?
Es cierto que hay muchos problemas en el mundo que merecen que les dediquemos tiempo y energía. El hambre y la pobreza, el racismo, la guerra y la amenaza de aniquilación nuclear, el sexismo el desempleo, la conservación de nuestro frágil medio ambiente, todos ellos son asuntos importantes, y ¿quién puede decir cuál es el más importante? Sin embargo, si nos situamos fuera del marco especista, podemos ver que la opresión de los no-humanos por los humanos ocupa un lugar próximo al de estos temas. El sufrimiento que causamos a los seres no-humanos puede ser extremo y las cantidades con que se opera son gigantescas: más de cien millones de cerdos, ganado vacuno y ovino pasan anualmente por los procesos descritos en el capítulo 3 [En la granja industrial... o lo que le sucedió a tu comida cuando aún era un animal] tan sólo en Estados Unidos; lo mismo ocurre con miles de millones de pollos, y al menos 25 millones  de animales se destinan cada año a la experimentación. Si se obligara a un millar de seres humanos a sufrir el tipo de pruebas que padecen los animales para probar la toxicidad de los productos domésticos, habría una conmoción nacional. La utilización de millones de animales para el mismo fin debería causar, al menos, una preocupación similar, sobre todo cuando este sufrimiento es innecesario y podría detenerse fácilmente si así lo deseáramos. La gente sensata desea poner fin a la guerra, la desigualdad racial, la pobreza y el desempleo; el problema es que hemos estado intentándolo durante años y ahora tenemos que admitir que, realmente, no sabemos cómo hacerlo. En términos comparativos, la reducción del sufrimiento de los animales no-humanos a manos de los humanos será relativamente fácil en cuanto los humanos se lo propongan.
En cualquier caso, la idea de que los <<humanos están primero>> se utiliza más a menudo como excusa para no hacer nada por los animales humanos ni por los animales no-humanos que como una verdadera elección entre alternativas incompatibles. Porque lo cierto es que aquí ni hay incompatibilidad alguna. Dando por sentado que todos disponemos de un tiempo y una energía limitados, y que el tiempo que le dediquemos a una causa va a suponer una reducción del que nos queda disponible para otra, no hay ninguna razón, sin embargo, para los que dedican su tiempo y sus energías a problemas humanos no puedan unirse también al boicot de unos artículos que son producto de la crueldad de la agroindustria. No se pierde más tiempo en ser vegetariano que en comer carne animal. De hecho, como ya vimos en el capítulo 4 [Hacerse vegetariano... o cómo producir menos sufrimiento y más alimento a un menor coste para el entorno];  los que dicen preocuparse por el bienestar de los humanos y la conservación de nuestro medio ambiente deberían hacerse vegetarianos aunque sólo fuese por esa razón. De este modo aumentaría la cantidad de grano disponible para alimentar a las personas en otras partes, se reduciría la contaminación, se ahorraría agua y energía y se dejaría de contribuir a la tala de los bosques; además, puesto que un régimen vegetariano es más barato que uno basado en platos de carne, dispondríamos de más dinero para dedicarlo a la reducción del hambre en el mundo, el control de la población o cualquier causa social o política que consideraran más urgente. No se me ocurriría dudar de la sinceridad de los vegetarianos que se toman poco interés por la liberación animal porque dan prioridad a otras causas; pero cuando los no vegetarianos dicen que <<los problemas humanos están primero>>, no puedo evitar preguntarme qué es exactamente lo que están haciendo por los humanos que les obliga a continuar apoyando la cruel e innecesaria explotación de los animales de granja.



      Derechos de los animales, una cuestión conceptual  
Miguel Capó Martí (1) y Antonio Verd Noguera (2)  
(1) Dpto. de Toxicología y Farmacología, Facultad de Veterinaria, Universidad Complutense de Madrid (UCM)
(2) Abogado, Profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad de las Illes  Balears (UIB), de cuyo Consejo Social  es
Miembro Representante por el Parlamento de Comunidad Autónoma de las Illes Balears.

Desde Pitágoras ha habido pensadores que han considerado a los animales de la misma naturaleza que los humanos. 
Cicerón el más importante de los filósofos del derecho de Roma, desde el nuevo estoicismo, hacía participar a toda 
la naturaleza de una misma materia, "el logos" (un alma del mundo,; un principio activo y creador y a la vez elemento
racional y providencial, continente de las "razones seminales " o "logos espermático", primeras cosas naturales que
forman la realidad) y establecía que el Derecho es común a los hombres y los animales. El digesto define al Derecho
natural, así: "ius naturale es quod natura omnia animalia docuit".De las razones seminales, que eran unas estructuras
que eran unas estructuras matrices en que se escindía  el "logos "se formaban las cosas concretas. Aunque hay
que decir que las cosas se formaban de acuerdo con la providencia y que el sabio aceptaba con resignación,
estoicismo, el curso inexorable de los hechos y se sometía al destino.

De la común participación de los hombres en el "logos" divino resultaba su igualdad esencial, base de la teoría estoica
del derecho natural. Diógenes de Sínope, llamado el perro, el más conocido de los cínicos, antecedentes de los
estoicos, proclamó su hermandad con los animales.

En la cultura hindú también se encuentra la corriente jainista que propugna el vegetarianismo para los jainas, para
evitar matar animales e impone la obligación al monje jaina de no matar ni siquiera a animales minúsculos, por
cuya razón debe beber el agua filtrada para evitar tragar algún pequeño animalito y barrer suavemente el suelo
antes de pisarlo para evitar pisar algún bicho.

El estoicismo tuvo importante influencia en el cristianismo. Sin embargo, la moral cristiana (como la judía y la
islámica) ha negado valor moral a los animales no humanos. Ha regido en esas culturas, en las que el mundo 
está inmerso básicamente, un claro antropomorfismo. El hombre fue creado después de todas las demás cosas
y los animales, según el Génesis, a imagen y semejanza de Dios, para que dominara sobre la creación con
facultad de dar nombres a los animales. Las corrientes que han mantenido la igualdad de todos los seres creados
(con la consiguiente igualdad del hombre con los animales) nunca han sido dominantes; por el contrario han sido
consideradas heterodoxas.

Al margen de que se participe o no de la teoría creacionista del mundo, de lo que no cabe duda es de que esta 
teoría ha servido de base a la moral dominante en nuestra cultura durante muchos siglos y ha sido el sustrato
ideológico del derecho.

Actualmente hay grupos radicales que consideran la caza un asesinato y a los cazadores asesinos. Otros matizan
la caza de subsistencia, con la que no habría objeción moral y la deportiva, que carece de toda justificación.
La mayor o menor gravedad de la caza se hace depender de la mayor proximidad filogenético de la presa. La peor
sería, pues, la caza de humanos. Después vendría la de chimpancés, gorilas, orangutanes, elefantes, delfines,
los demás mamíferos, las aves, los reptiles, y finalmente los insectos. La mayor o menor gravedad moral está
determinada por la mayor o menor semejanza con nosotros mismos. En definitiva, ha sido la supuesta semejanza
con el creador, la forma humana, lo que ha otorgado históricamente a las personas naturales la personalidad
civil, o sea la capacidad de ser titular de derechos. No ha sido la mayor o menor inteligencia, que pudiera ser
comparable con la de otros seres vivos la determinante de la personalidad. 
Por eso la primera impresión que siente un jurista ante la expresión "derechos de los animales" es la de
perplejidad. Porque los animales, no tienen derechos. Los animales semovientes, son jurídicamente, cosas.

"El lego en derecho nunca alcanzó a comprender que los juristas tratasen a su querido animal doméstico como
a un mero objeto de dominio. Para los juristas, por el contrario, no era razonamiento aceptable que el dominio
del hombre sobre la naturaleza, querido, si, pero no libre, requiriese una configuración especial.
Por eso movió a risa cuando en la mismísima patria de la protección animal, Lord Erskine presentó a la Cámara
Baja en 1809 una proposición de ley sobre este tema. Pero en 1821, vencidas fuertes resistencias, se llegó a la
ley demandada por Lord Erskine, novedad ésta que vino acompañada por la fundación de la asociación 
protectora de animales" (Hans Hattenhauer).
         

Los derechos son genuinamente humanos. Solo las personas físicas y las personas jurídicas, en cuya base hay 
personas físicas, pueden ser titulares de derechos subjetivos. Sin embargo la Liga Internacional de los Derechos
de los Animales y las ligas nacionales afiliadas tras la III reunión sobre los Derechos del Animal, llegaron  a la
proclamación en 1978, de una "Declaración Universal de los Derechos de los Animales", aprobada por la UNESCO
y posteriormente por la ONU, cuyo artículo primero dice: "Todos los animales nacen iguales ante la vida y tienen 
los mismos derechos a la existencia", texto semejante en su literalidad a los que se refieren a genuinos derechos
humanos, lo que nos obliga a aproximarnos al concepto de derecho, para llegar a comprender adecuadamente la
expresión "Derechos de los Animales".

Todos solemos tener una idea de lo que es el derecho, pero cuando se nos hace la pregunta concreta, para que 
le respondamos:¿qué es el derecho?, entonces surge el problema, pues es una palabra polisémica, cuyo significado
hay que buscarlo en el contexto en que se pronuncia. hay que buscar el significado de "derecho" en la expresión
"derecho de los animales". La primera lección de Teoría del Derecho suele tratar, precisamente de aprender a
diferenciar los distintos significados de derecho, en distintos contextos. Se suele poner como ejemplo frases que
contienen la palabra "Derecho", pero con distinto sentido, como: no hay derecho a que los animales sean tratados
cruelmente", "en nuestro derecho están regulados los toros" o "el derecho de los animales es objeto de un congreso
internacional".
En estas frases vemos que la expresión "Derecho" unas veces hace referencia a un hecho social, otras a normas
jurídicas existentes y otras al valor justicia. Algo dispar, aunque confluyente en la experiencia jurídica, como la
sociología jurídica, el ordenamiento jurídico positivo (las leyes existentes) y la filosofía de derecho (la justicia y
el deber ser del derecho).

El derecho, desde esta triple dimensión "mas que un objeto de la actividad del hombre, es la actividad humana
misma en el seno de las relaciones sociales" (Soriano). Actividad humana que está íntimamente ligada con su
capacidad lingüística. El hombre es único animal que habla; ya lo dijo (como tantas cosas todavía vigentes)
Aristóteles. El derecho se compone de normas y estas son entidades lingüísticas Lo explica Bobbio para quien
las normas son "proposiciones prescriptivas", entidades lingüísticas prescriptivas. El derecho, pues, como
conjunto sistematizado de entidades lingüísticas, es un lenguaje. (Pérez-Luño).

El significado de derecho, en "Derecho de los Animales", hace referencia al deber ser del comportamiento humano
frente a los animales. Constituye una deontología. las razones de este comportamiento deseable, tienen que ver
con pensar que la manera que tenemos de tratar a los animales es un indicador do cómo somos capaces de tratar
al hombre. "La compasión por los animales está íntimamente conectada con la bondad de carácter, y se puede
afirmar con seguridad que aquel que es cruel con los animales no puede ser un buen hombre", ( Albert Achweitzer)

La expresión "derechos de los animales" en realidad hace referencia a las obligaciones que tenemos los hombres
para con esos seres vivos, que no tienen un verdadero derecho, el derecho no es cosa suya, sino humana.
No puede ser de otro modo, "Reconocer el derecho de autodeterminación de la gallina sería el principio del fin
del orden espiritual y material del universo, la OTAN incluida, (M. Vázquez Montalbán)

Aunque todo esto no quiere decir que no podamos seguir refiriéndonos conceptualmente a los "Derechos de los 
Animales", del modo que se viene haciendo; pero debe ser a sabiendas de los distintos significados que la palabra
"Derecho" tiene, debido a que es una idea difusa, polisémica. Teniendo claro que cuando hablamos de derechos
de los animales no hablamos de lo mismo que cuando hablamos de derechos humanos o simplemente referidos
a los humanos.