PERSONAJES CON HISTORIA
DR. Moneim
A Fadali
Doctores & Abogados para la Medicina Responsable
Doctores y Abogados para la Medicina responsable (DLRM) ha nombrado un cirujano
cardíaco
Americano, el Dr. Moneim Fadali como su nuevo Presidente.
Esta personalidad contemporánea, es MD, MCh, FACS, FRCS, FACC, FCCP,
y ha publicado
varios libros sobre poesía y filosofía, sumado a su trabajo profesional.
El es diplomado de la
American Board of Thoracic Surgery, la American Board of Surgery, y un Fellow
of the Royal College
of Surgeons, Canada en Cirugía Cardiovascular y Toráxica.
También es miembro de la American College of Surgeons, la American College Cardiology, la American College of Chest Physicians y miembro de California Medical Association y de Los Angeles County Medical Association.
La organización internacional con sede base en Londres, y con miembros
en Austria, Francia, Alemania, Grecia, Irlanda, Italia, Japón y Sudáfrica,
así también como en el reino Unido y los EE.UU, está dedicada
al avance de la investigación en medicina humana eliminando modelos animales
para representar condiciones del ser humano.
DLRM está normalmente dedicada a hacer campañas contra los programas
de toxicología para
evaluar sustancias químicas, para lo cual son empleados millones de animales
de laboratorio, ya
que los resultados obtenidos con una especie no pueden ser extrapolables a otras,
excepto por
coincidencia estadísticamente fortuita. se estima que estas coincidencias
ocurren solo entre un
5-25% de los casos, lo que transforma a estas pruebas en no creíbles
e innecesariamente caras.
El alto grado de incompatibilidad entre especies juega un rol tan importante
de reacciones adversas
a los medicamentos, que por ejemplo mata anualmente 180.000 americanos y se
deben hospitalizar
muchos más. Esta es considerada la cuarta causa de muerte e incide en
un 15% en las
hospitalizaciones en América.
En su libro Animal Experimentation - A Harvest of Shame, DR Fadali escribió:
"La medalla animal difiere de su otra cara humana. Las conclusiones extraídas a partir de la experimentación animal y aplicadas a enfermedades humanas retrasan el progreso, engañan y dañan al paciente."
'Nuestro mayor reclamo, no es que nuestros avances en medicina en base a investigación
animal no sean ciertos, sino también contrarios a la naturaleza, y con
mentiras absurdas, sin límites."
Konrad Lorenz, zoologo austriaco, Premio Nobel de Fisiologia
y Medicina en 1973,
"Cuando el hombre encontró al perro"
Muchos
y muy diversos son los motivos que pueden mover a los seres humanos a adquirir
y mantener un animal; pero no todos los animales son adecuados. De manera especial
entre los amigos de los perros, hay quienes buscan refugio en un animal a causa
tan sólo de amargas experiencias personales. Siempre me produce pesar
escuchar aquella frase maligna y falsa de : "los animales son mejores que
los seres humanos". La verdad es que no lo son, aunque hay que admitir
que la fidelidad de un perro no encuentra con facilidad su equivalente en las
virtudes sociales del hombre. En contrapartida, el perro no conoce el complejo
de obligaciones morales, a menudo conflictivas, propio y exclusivo del hombre,
como tampoco conoce, o sólo en mínima medida, la diferencia entre
la inclinación natural y el deber; en una palabra, todo eso que crea
la culpa en nosotros, pobre seres humanos.
Hasta el perro más fiel es amoral, de acuerdo con el sentido humano de
la responsabilidad. Un conocimiento claro y preciso del comportamiento social
de los animales en fase avanzada de evolución no conduce, como creen
muchos, a una reducción de las diferencias entre hombre y animal, sino
todo lo contrario: sólo un buen conocedor del comportamiento animal está
en condiciones de apreciar la posición única y suprema que el
hombre ocupa entre los seres vivos. El cotejo científico del hombre y
el animal, en que se basa buena parte de nuestro método investigador,
no implica de hecho -como, por otra parte, tampoco la aceptación de la
teoría sobre el origen de la especie- una disminución de la dignidad
humana. En la esencia misma del proceso evolutivo radica el imperativo de dar
vida a formas siempre nuevas y cada vez más elevadas que no habían
sido fijadas con anterioridad, ni siquiera se halaban contenidas en las fases
precedentes de que emanan. Es cierto que, aún hoy, en el hombre se encuentra
todo lo animal, pero no es cierto que en lo animal se encuentra todo el hombre.
El método filogenético de investigación, que parte necesariamente
del escalón más bajo, esto es, del animal, nos muestra con especial
evidencia justo el elemento esencialmente humano: las elevadas creaciones de
la razón y de la ética, que nunca han estado presentes en el reino
animal, y es precisamente por esto que nosotros le realzamos separándolo
de aquel trasfondo de características y condiciones atávicas,
históricas que, incluso hoy, el hombre tiene en común con los
animales más evolucionados. Afirmar que los animales son mejores que
los seres humanos es simplemente una blasfemia; incluso para la mente crítica
del naturalista, que nos acostumbra a pronunciar el nombre de Dios con arbitraria
ligereza, la frase en cuestión constituye una negación satánica
de la evolución creadora en el mundo de los organismos vivientes. Desgraciadamente,
una porción sobrecogedora por numerosa de amigos de los animales, sobretodo
de sus protectores, insiste en este punto de vista tan peligroso de acuerdo
con un criterio del amor a los animales es hermoso y ennoblecedor sólo
cuando emana del amor más amplio y genérico a todo el mundo viviente,
cuyo punto central, sin embargo, debe ser siempre el amor a los seres humanos.
"Yo amo todo aquello que vive", hace decir J.V. Widmann al Salvador
en su leyenda dramática El santo y los animales. Sólo el que está
en condiciones de decir otro tanto de sí mismo, puede entregar, sin peligro,
su corazón a los animales, pero aquel que, decepcionado y amargado por
las debilidades humanas, retira su amor a la humanidad para entregárselo
a un perro o un gato, comete sin duda alguna un grave pecado; quiero decir,
un acto de repulsiva perversión social. El odio al ser humano y el amor
a los animales constituye una pésima combinación. Evidentemente
no hay nada de malo en el hecho de que una persona muy solitaria, que por cualquier
motivo particular sufra la falta de contactos humanos, adopte un perro para
satisfacer una íntima necesidad de dar y recibir amor. Ciertamente, uno
no se siente tan solo en el mundo si, al menos, una criatura le recibe con júbilo
cuando vuelve a la casa. Muy instructivo en el plano de la psicología
humana y animal, y, en ocasiones, incluso divertido, es el estudio de la adaptación
armónica entre amo y perro, y a la inversa. Ya tomando como base la misma
elección del perro, pero aún más, el desarrollo de las
relaciones, se pueden extraer interesantes conclusiones..Al igual que en la
vida de los seres humanos, aquí son tantos los contrastes más
extremos como las mayores afinidades los que conducen a una feliz convivencia.
Del mismo modo que, en ocasiones, en matrimonios ancianos se descubren rasgos
tan parecidos en el hombre y la mujer, que hacen pensar que éstos son
hermano y hermana, así también entre amo y perro se pueden descubrir,
en el transcurso del tiempo, similitudes en los gestos tan conmovedoras como
divertidas. En el caso de buenos conocedores de los perros, evidentemente estas
similitudes aumentan, toda vez que la elección de una raza y de un perro
en concreto viene determinada por una simpatía hacia una criatura que
presenta ciertas afinidades. Las perras chow-chow, que se han sucedido regularmente
una a otra acompañando a mi esposa durante toda su vida, son un ejemplo
típico de esta forma de "simpatía" o de "resonancia".
Otro tanto ocurre conmigo, hasta el punto de que para nuestros amigos, que nos
conocen tanto a nosotros como a nuestros perros, es siempre un motivo de hilaridad
sorprender en nuestros animales un reflejo de los rasgos de nuestros caracteres.
Los perros de mi esposa son siempre extremadamente limpios y tienen un estricto
sentido del orden: al parecer por propia iniciativa, evitan los lugares sucios
y se mueven ágilmente por los senderos más angostos, entre setos
de flores y hortalizas, sin salirse ni por asomo del camino. Los méos,
por el contrario, se revuelcan en la primera charca que encuentran a su paso
y vuelven a casa increíblemente sucios: en una palabra, entre nuestros
perros existen las mismas diferencias que entre mi mujer y yo. Mucho de ello
se explica por el hecho de que mi esposa ha elegido de entre los perros de nuestra
crianza, exclusivamente aquellos cachorros en los que prevalecían los
caracteres hereditarios del chow-chow, perro discreto, de una limpieza felina
y en general "más noble", en tanto que yo, por el contrario,
siempre he tenido predilección por los animales en los que se puede apreciar
claramente la naturaleza más alegre y vital, aunque sin duda alguna también
más ordinaria, de mi vieja perra pastor Tito. Otro paralelo radica en
que, a pesar del estrecho parentesco, los perros de mi mujer muestran siempre
un apetito más moderado y gustos más refinados, mientras que los
míos engullen sin mesura ni freno. Cómo puede ocurrir esto, es
algo que simplemente no acierto a explicarme. En mi opinión, tener un
perro que presenta caracteres similares a los de su amo es prueba de un cierto
equilibrio psíquico en este último, incluso me atrevería
a decir de una cierta satisfacción personal. Así, pues, una relación
como la que se establece entre perro y amo en tales casos requiere, en calidad
de premisa, que entre ambos estén satisfechos de sí mismos. Muy
distinta es la situación en el caso tipológicamente opuesto al
del "perro parecido o similar a su amo", caso que yo he definido como
del "perro complementario" quiere decir que la relación entre
perro y amo sea ahora menos afectuosa y feliz, sino que, por el contrario, puede
ser incluso más afortunada, como ocurre en una amistad entre dos seres
humanos cuando los caracteres de uno y otro se compensan y complementan. Sin
embargo, hay casos en los que la relación complementaria adquiere aspectos
desagradables. Hace poco tuve ocasión de presenciar uno de éstos
en la calle. Un señor demacrado, de hombros estrechos, expresión
dura y preocupada, caminaba por la calle envuelto en los paños de
su mezquina respetabilidad, con su cuello dura y su bombín; era, en pocas
palabras, el tipo clásico de empleado administrativo o de pequeño
funcionario público; un pastor alemán de notable talla le acompañaba,
pegado a su costado, con expresión igualmente deprimida. El hombre, que
llevaba en la mano un pesado látigo, se detuvo de repente, y el perro,
que había sobrepasado tan solo unos centímetros la invisible línea
establecida por las normas de adiestramiento, se detuvo asimismo. Entonces,
el presunto caballero golpeó cruelmente al perro en el hocico con el
mango del látigo. La expresión de su rostro revelaba en aquel
instante todo un abismo de odio y mal contenida tensión. Yo, testigo
de la escena, a duras penas pude contenerme. Apostaría mil contra uno
que aquel desdichado animal desempeñaba en la vida de su aún más
desdichado amo el mismo papel que éste en la oficina respecto a su superior
inmediato, probablemente asimismo un ser digno de compasión. Fuente:
CUANDO EL HOMBRE ENCONTRÓ AL PERRO Konrad Lorenz. Ed. Tusquets
Konrad Lorenz, zoologo austriaco, Premio Nobel de Fisiologia y Medicina en 1973,
junto con Karl von Frisch y Nikolaos Tinbergen, fueron los fundadores de la
ciencia del comportamiento animal, ETOLOGIA. Lorenz propuso la hipotesis de
que muchas tendencias animales y humanas se basan en pautas geneticas latentes
y son desencadenadas por el medio ambiente. En su obra Sobre la agresion, (1963),
Lorenz postulaba que el origen genetico de la agresividad humana estaba en el
comportamiento observado en animales inferiores cuando defienden su territorio.
HENRY SPIRA, EJEMPLO DE ACTIVISMO, (1927-1998)
Sin duda fue uno de los activistas, en los últimos 25
años, de mayor peso, en pro de los derechos de los animales, fundamentalmente,
los destinados a la experimentación. Organizó una campaña en 1975 contra los
experimentos
llevados a cabo en el Museo de Historia Natural Americano, que tenían como objetivo
los gatos. Se mutilaban
en forma inhumana, y para experimentos científicamente cuestionables.
Los gatos eran sometidos a la destrucción
de su sentido del olfato y se removían partes de sus cerebros.
Lanzó una campaña en 1980 contra el famoso test Dratze, de irritación del ojo,
usado en conejos con fines de
elaborar cosméticos. Como resultado de esta campaña, la industria de los cosméticos
estableció un Centro de
Alternativas con Animales de Experimentación en la Universidad John Hopkins.
También se ocupó de los animales de granja, negociando con la Compañía Mc Donald,
temas sobre bienestar
animal. Al no disponer de dinero para sus campañas, empleó cuatro herramientas:
-Lograr llamar la atención, como persona creíble y de buena reputación. Poner
en conocimiento del público en
general, las prácticas deleznables llevadas a cabo con gatos y conejos, de manera
de conseguir apoyo de la
gente.
-Ejercer presión, en el caso del test Dratze. Spira eligió a la empresa Revlon,
ya que el vivía en N.York, donde
Revlon tenía su cuartel general. Como Revlon no le contestaba, Spira publicó
lo siguiente:
"¿Cuántos conejos deja ciegos Revlon, en la búsqueda de la belleza?"
-Comenzó la negociación con las partes involucradas. El nunca vio a sus oponentes
como demonios, solo
los criticaba.
-Cuando las instituciones se movilizaban a favor, Spira los felicitaba por las
innovaciones y no cantaba
victoria.
-
.
John Maxwell Coetzee, Premio Nóbel de Literatura 2003
Cuando a principios de este mes se entregó el Premio Nóbel de
Literatura 2003 al novelista sudafricano John Maxwell Coetzee, se recordó ante
la Academia Sueca su preocupación por conflictos tan humanos como la tortura,
la alienación, el racismo, el sufrimiento. Sin embargo poco se dijo de su preocupación
por los animales, como persona y como autor.
Coetzee se declara vegetariano, y sus amigos lo consideran un defensor de los
derechos de los animales. Curiosamente, uno de sus personajes habla por él.
Se trata de Elizabeth Costello, personaje principal de su novela "Elizabeth
Costello: ocho lecciones", que sostiene que "un crimen de asombrosa
magnitud" se comete cada día contra ellos, aunque pretendemos no darnos
cuenta.
Según Elizabeth, cada año se mata a 48 mil millones de animales en el mundo,
o sea, casi ocho veces la población humana. Lo que significa eliminar a 130
millones diarios, más de 5 millones por hora, más de 100 mil por minuto. Sin
contar los otros miles de millones de animales aniquilados, heridos o enjaulados
como entretención, deporte o moda.
El personaje creado por J. M. Coetzee nunca deja de hablar por los demás seres
vivos; incluso en las cenas donde trozos de ellos constituyen los platos principales.
Para los devoradores de carne, una cena en compañía de la inspirada Elizabeth
se convierte en la peor pesadilla.
Pero sin duda hay un paralelo que preferimos no descubrir entre la dolida condición
humana y las granjas industriales, la experimentación con animales, los trofeos
de caza y el modo casual en que millones de mascotas reciben la eutanasia cada
año. O, como se hace en Chile, son permanentemente maltratados. O se les abandona,
simplemente.
HENRY BERGH
EN HOMENAJE
Max Keller, Milly Schär-Manzoli
Derechos
de los animales, una cuestión conceptual
Miguel Capó Martí (1) y Antonio Verd Noguera (2)